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viernes, 4 de junio de 2010

LOS AMORES DE SIMÓN BOLÍVAR

Simón Bolívar, El Libertador, el genio de América, el creador de Repúblicas, a pesar de todas las idealizaciones que de él se han hecho, ya que era un excelente estadista, militar, jurista, gobernante, guerrero y muchas otras cosas que la gente ignora, porque decirse bolivariano no es solo decirlo y ya, sino conocer la vida magnífica de nuestro héroe, era como todos nosotros un ser humano, con sus debilidades y pasiones; por eso, hablar de toda su magnificencia y no hablar de sus pasiones desbordadas es un grave error que cometen muchos historiadores. Yo, a través de este resumen quiero nombrar muchos de los amores de Bolívar, tan desconocidos y poco nombrados. Cuando se habla del héroe solo se piensa en Manuela Sáenz y a pesar de que esta gran mujer lo amo como ninguna, y de ella hablaremos extendidamente en otro segmento, porque como mujer heroica merece toda mi admiración, Bolívar amó a muchas mujeres o muchas pasaron por su vida, unas con más fuerza que otras, pero en fin, se aprecia la pasión de Bolívar en cuanto a las damas se refiere. Este resumen lo voy a hacer de un libro magnifico que recomiendo leer y se llama “Los AMORES de SIMÓN BOLÍVAR y sus Hijos Secretos” del autor: RAMÓN URDANETA, con una presentación muy especial de Ana Lucina Maldonado.
Estos son los amores conocidos de Simón Bolívar:

MARÍA IGNACIA RODRÍGUEZ DE VELASCO Y OSORIO:

Simón Bolívar huérfano, llega a los 16 años arriba al puerto de Veracruz el 2 de febrero de 1799. Es en esta ciudad donde a fuerza de protocolo, con rapidez, por intermedio del soltero Oidor de la Real Audiencia, Don Guillermo de Aguirre y Viana, pariente del obispo de Caracas, entra en relación con doña María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio, a quien llamaban “la güera Rodríguez”, significando así el rubio color de la piel y el cabello de esta bella mujer.
Muy joven la “güera”, resplandeciente, de un armonioso cuerpo, de hoyuelos graciosos en las mejillas, cara un tanto redonda, atractivos pechos y caminar que “alzaba incitaciones”; ojos azules como el cielo, rasgados, cabellos largos y sedosos aunque algo rizados, boca pequeña, nariz perfilada y el talle elegante, con facilidad gracia y popularidad se movía a sus anchas en la sociedad mexicana de la época, por sus dotes personales que llegaban a compensarle los “pecadillos reiterados, y además por ser hija de Don Antonio Rodríguez de Velasco y Osorio y de Doña María Ignacia Osorio y Bello, gente de valimiento en aquella corte asentada sobre las aguas lustrales y el poder reprimido de Tenochtitlán.
La encontró Bolívar en la casa de su hermana María Josefa, la Marquesa de Uluapa, en cuya señorial y apropiada mansión del bosque de Chapultepec se hospedara el joven caraqueño. Entonces el flirteo emocional a escondidas del marido celoso y gruñón ya herido el corazón del otro, fue de tal importancia como para constituir el primer amor efímero del Libertador –y cuidado si el primer descalabro de la “güera”.

MARÍA TERESA DEL TORO Y ALAIZA:

El salto grande y su mujer sin duda alguna ahora se llamaría María Teresa del Toro y Alaiza, emparentada por sangres muy cercanas a la burguesía provinciana criolla de Caracas y el centro del país, a través del Marqués del Toro y los Rodríguez del Toro.
María Teresa, joven aunque dos años mayor que Bolívar, ya que él tenía 17 años, y sin ser bella, la anhelada compañera del futuro Libertador le ataría por su carácter y educación. Mujer frágil, tímida, de ojos claros, profundos y tristes, pálida de tez, amable, inspiradora de honda ternura, casta, tejedora de sueños, avasallante y femenina. La visita luego Bolívar en el norteño puerto de Bilbao, tierra de ancestros, donde con su familia reside temporalmente en el otoño de 1801.
Luego de obtener el permiso o dispensa real que como militar le permita contraer nupcias, el miércoles 26 de mayo del año 1802, sin más espera se cansan en la parroquia de San Sebastián.
Una vez realizado tan importante paso vital, cumpliendo vínculos hereditarios de inmediato la pareja prepara viaje rumbo al puerto americano de La Guaira, desembarcadero natural de Caracas.
Poco duró el idilio de los enamorados ya que la joven María Teresa fue presa de la fiebre amarilla, y luego de muchas dolencias, delirios y aferramientos, muere el sábado 22 de enero de 1803.
Tanto amó Simón Bolívar a esta mujer, que todavía escribe 25 años después: “Quise mucho a mi mujer y su muerte me hizo jurar no volver a casarme. He cumplido mi palabra”.

FANNY DERVIEUX DU VILLARD:

Simón bolívar regresó a España luego de la muerte de su esposa y de ahí viajó a París en la primavera de 1804. Allí en el “Hotel de los Extranjeros” permanecerá rodeado de amigos, derrochando infinitas ilusiones y aprendiendo cada día más de la vida.
Al cabo de poco tiempo aparece ante él, ella, de cuerpo entero, entre bautismos y enlaces connubiales llamada “Fanny” Louise Denisse Dervieux du Villard, casada con el cincuentón coronel realista y conde a la vez, Bartolomé Dervieux, mujer de mundo, hija del barón de Trobiand de Kenreden, su pariente lejano por la sangre Aristiguieta.
Fanny, blanquísima mujer de cabellos tirando a rubio oscuro, como lo señalan sus biógrafos, frívola por demás, coqueta, de refinamiento y gracia elegante pese a ser un tanto gruesa, la boca fina, los ojos azules aunque el color a veces era variable, sonrosada la piel, de senos rellenos y brazos torneados, el andar lento y sinuoso, por otra parte hábil y encantadora.
Para el momento del encuentro Fanny frisaba las 28 primaveras, y a pesar de los múltiples compromisos sociales empezó a intimar con aquel solitario viudo de 20 años.
Maestra ideal, fue la mujer que verdaderamente lo despertó en las lides ardientes del amor, en los largos seis meses que acariciaron estos encuentros continuos, aunque por los viajes de conocimiento que debía realizar el futuro Libertador, llegó finalmente el6+ de mayo de 1805, día en que el caraqueño se despidió con ternura de la francesa, obsequiándole en esa oportunidad una sortija, marcada en esta fecha con el grabado imperecedero del recuerdo.


TERESA LESNAIS:

Antes de partir de aquel París sensual e inmiscuido en los diversos escenarios de la sociedad sibarita. Bolívar habría de acariciar otros sentimientos y de apurar el cáliz juvenil en otros corazones. Así, preparado para una larga caminata europea de instrucción, que lo llevara por el centro del viejo continente, acompañado esta vez del Robinson filósofo, es decir, de su maestro Simón Rodríguez y del cuñado Fernando toro, mientras se recibe el francmasón del culto escocés conoció de verás e intimó en esa Lutecia eternal –calle de Vaugirard-, del rococó y Chautebriand, con su amiga Teresa Lesnais (Lesnays o Laisnay, para otros), dulce, bella, reservada y enigmática mujer, a quien llegó a amar sin alardes hasta allá, por los días imborrables de 1806. (De esta relación según este autor le nació una hija).

ANA LENOIT:

En su carrera hacia la gloria Bolívar sigue al Estado Soberano de Cartagena, y en conjunción como coronel efectivo de los ejércitos neogranadinos con doscientos hombres y la bandera cuadrilonga desde Barranca invade la cuenca caliente del bajo Magdalena para perseguir sin pausa a los soldados realistas. A finales de 1.812 y cargando con veintinueve años en los meandros y visiones de sus aguas revueltas, de frente al majestuoso rio, Cupido hace las suyas y así conoce a la francesa Anne Lenoit, entonces de diecisiete años bien formados, tímida, joven de pareceres y rubia bella de Paris, “la mayor atracción del pueblo”; establecida familiarmente en aquel lugar junto con su padre, un emigrado europeo que se desempeñaba como comerciante en la tórrida zona de Mompox.
Así que enhebrado en las horas del tiempo en aquella naturaleza salvaje se cultivo entonces un apasionado aunque corto romance de intimidad, debido lo ultimo a la vasta campaña militar que se iniciaba por aquellas fechas, y al decir del biógrafo Indalecio Lievano Aguirre, en esos cinco días permanecido en Salamina ( antes, Punta Gorda), Bolívar gustoso de las deliciosas aventuras galas se entrevista en varias oportunidades con esta beldad llena de encantos y alegría juvenil, tratada ella como “ La madamita”, eso sí, lejos de la prisión o angustia de los seres humanos; pero acosado por la guerra itinerante, el héroe marcial o Don Juan festinado embarca en las naos del destino rumbo a Heredia, cuando entonces las lagrimas de Anita fluyen por los ojos y mojan sus mejillas. Luego, en la campaña el Libertador continua hasta Tenerife, donde otra vez se encuentra Anita, y sus brazos se aferran a ella, que le ha seguido con tesón.

JOSEFINA MACHADO:

El 4 de agosto de 1.813 conoció de veras el Libertador a Josefina Machado, “la señorita Pepa”, como la llamaban en la intimidad, al entrar aquel triunfante a Caracas, luego de Campaña Admirable. Bolívar regresaba entonces a la ciudad natal con todas las loas imaginables y en las ofrendas que se le tributaron encontró, de improviso, con que una de las doce bellas caraqueñas vestidas de blanco que frente al cabildo citadino le colmaron de laureles a la manera clásica de la antigüedad romana y que además lo arrastraron en el carro triunfal, como hombre y conquistador le interesaba aquella ninfa o vestal. Josefina, la escogida por el corazón, en aquel momento frisaba en los veinte años y quienes la conocieron cuentan que además era morena, de cabellos negros, estatura regular y transmitía un ardor delicioso apenas con su presencia destacada, de ojos grandes y vivos, la boca carnosa y de una alegría natural que en momentos de solaz llegaba a contagiar a cualquier mortal. Tampoco provenía de la pequeña sociedad mantuana colonial, detalle este que movido en cierto medio agresivo o petulante y de acuerdo con los acontecimientos vividos, le conformaba en la mezcla un carácter inestable y soberbio aunque reservado y frio, según la posición con que ella en ocasiones considerada comportarse. Hija de criollos terratenientes de los valles cacaoteros de rio Tuy y prima del general Carlos Soublette Jerez, la vanidad consecuente que la entornaba por momentos le permitió acercarse a Bolívar sin alguna dificultad y penetrar en el, para así resarcir los vejámenes y recelos que le hizo la sociedad de entonces ente tantos días turbulentos, lo que fuerza de la verdad debió haber influido en el ego de aquella familia Machado.

ISABEL SOUBLETTE:

Isabel Soublette, oriunda de la sociedad mantuana emergente de la época, la del reencuentro romántico en esa costa con el Libertador Simón Bolívar, también fue su amante; una mujer descrita como esbelta, rubia y blanca, de ojos azules y bellos.
Era una distinguida hermana del General Carlos Soublette, quien fuera más tarde Presidente de Venezuela, y prima a su vez de su rival Josefina Machado, con la que en un equilibrio amoroso entre la rubia y la morena debió compartir a ratos y no sin ciertos celos, este amor imposible.

JULIA COBIER:

La perla antillana de Bolívar fue Julia Cobier o Gober; criolla dominicana, morena pálida, de buena presencia, tierna, excitante y rica. Pernoctaba con Bolívar ella en Kingston cuando sus enemigos fueron a otra casa y asesinaron al pobre Félix Amestoy, quien lo esperaba para platicar, y por breve reposo ocupó su hamaca.

BERNARDINA IBAÑEZ:

Bernardina Ibáñez es la perla del Libertador que procede de Ocaña. Estuvo entre las quinceañeras que lo coronaron en Bogotá después de la batalla de Boyacá. Esa "Melindrosa" para Bolívar, pretende ser un ángel. Estaba prometida en matrimonio con el pavo del ejército, el coronel Ambrosio Plaza.

PAULINA GARCÍA:

Paulina García, una esbelta trigueña de negra y larga cabellera, esbelta y trigueña, llena de atributos físicos y espirituales, conmovedora, de 20 años, palmireña genial sacó a Simón Bolívar de casa de Becerra y con argucia suma y en actitud suprema se lo llevó a la suya por dar “seguridad”.

MANUELA SÁENZ:

El 1 de diciembre de 1827 salió para Bogotá, ante la solicitud de Bolívar de reanimar «una vida que está expirando». En esta ciudad debió enfrentar un grupo grande de detractores, entre los que se encontraban Francisco de Paula Santander y José María Córdova, enemigos declarados de la Sáenz. «Tendría 29 a 30 años cuando la conocí en toda su belleza. Algo gruesa, ojos negros, mirada indecisa, tez sonrosada sobre fondo blanco, cabellos negros, artísticamente peinados y los más bellos dedos del mundo [...] era alegre, conversaba poco; Fumaba con gracia. Poseía un secreto encanto para hacerse amar», así la describió Jean-Baptiste Boussingault, un profesor de ciencias francés que Santander trajo a Colombia en 1824, y con quien Manuela compartió muchos momentos políticos y sociales. Durante los primeros meses de vida en Bogotá, Manuela vivió en la Quinta de Bolívar, una casa situada «a la sombra de los cerros de Monserrate», construida por José Antonio Portocarrero a principios de siglo y que, por motivos de las guerras de independencia, pasó a manos de Bolívar en 1820.
El 24 de julio de 1828, no obstante encontrarse Bolívar en el Palacio de San Carlos, ejerciendo sus poderes dictatoriales sobre la república (luego de la disolución de la Convención de Ocaña, el 11 de junio, y, consecuentemente, del Congreso), Manuela celebró el cumpleaños de Bolívar en la Quinta. En el transcurso de la fiesta, ella realizó un fusilamiento simbólico de Santander, «ejecutado por traición», según rezaba el letrero colgado del muñeco. Parece que la descarga se escuchó perfectamente en todo Bogotá. Con este acto, la política de reestructuración de la República que adelantaba Bolívar, estuvo a punto de derrumbarse. En la primera semana de agosto de ese mismo año, y a pesar de la orden de Bolívar de que permaneciera alejada del público, Manuela Sáenz puso treinta y dos pesos de plata en manos de don Pedro Lasso de la Vega por la casa marcada con el número 6-18 de la calle 10, para así estar más cerca al Palacio de San Carlos, es decir, de Bolívar.
Esta cercanía y la conjugación de sus talentos físicos con sus habilidades políticas le permitieron a Manuela saber de la conspiración para matar al general, conspiración que tomó fuerza por el descontento en casi todos los estratos. Los soldados se quejaban por el atraso en los pagos, las mujeres, de la carestía, la aristocracia, de la pérdida de privilegios, los comerciantes, por el detrimento en sus negocios, y los intelectuales, por la falta de libertad. En la conspiración, se rumoraba, estaba implicado Santander. El primer intento fue en el mes de agosto, en la fiesta de máscaras en el teatro El Coliseo (Colón), del que se salvó gracias a la acción involuntaria de Manuela. El segundo intento fue el 25 de "setiembre", en el Palacio de San Carlos. Esta vez fue la acción premeditada de Manuela la que hizo que saliera ileso, y por ello fue llamada por Bolívar «la libertadora del Libertador». El 20 de enero de 1830, Bolívar presentó renuncia a la presidencia. El 8 de mayo emprendió el viaje hacia la muerte, ocurrida el 17 de diciembre en
Santa Marta. Desde su partida, los ataques contra Manuela tomaron forma y nombre: Vicente Azuero se encargó de incitar a la gente a manifestar su descontento con La Sáenz, mediante carteles, "papeluchas" y actos como la quema de dos muñecos en la fiesta del Corpus Christi, en los que personificaron a Manuela y a Bolívar bajo los nombres de Tiranía y Despotismo. La reacción de Manuela fue obvia: destruyó las figuras y todo el andamiaje que las sostenía. El resentimiento santafereño cedió a las acciones de Azuero; sin embargo, Manuela recibió el apoyo del sector que menos esperaba, las mujeres: «Nosotras, las mujeres de Bogotá, protestamos de esos provocativos libelos contra esta señora que aparecen en los muros de todas las calles [...] La señora Sáenz, a la que nos referimos, no es sin duda una delincuente». El gobierno estuvo a punto de considerar éste y otros llamados de "las mujeres liberales", como ellas mismas se llamaron, pero un folleto, "La Torre de Babel", escrito por Manuela Sáenz, en el que no sólo ponía de manifiesto la ineficacia e ineptitud de los rectores del gobierno, sino que revelaba secretos de gobierno; hizo que se le acusara de actos «provocativos y sediciosos», y se procediera a encarcelarla, por lo menos virtualmente.
En los últimos días de 1830, Manuela emprendió el viaje hacia Santa Marta para cuidar la salud de Bolívar, pero sólo llegó hasta Honda. Allí recibió una carta de Louis Perú de Lacroix, un joven veterano de los ejércitos de Napoleón, edecán del general hasta hacía poco, que decía: «Permítame usted, mi respetada señora, llorar con usted la pérdida inmensa que ya habremos hecho, y que habrá sufrido toda la república, y prepárese usted a recibir la última fatal noticia» (18 de diciembre de 1830). Desde este momento, Manuela perdió su objetivo en la vida. Con la muerte de Bolívar, el desprecio por ella se desbordó, por lo que decidió partir hacia Guanacas del Arroyo; sin embargo, la persecución no cedió. El 1 de enero de 1834 Santander firmó el decreto que la desterró definitivamente de Colombia. Fue a Jamaica, y de allí a Guayaquil, a donde llegó en octubre de 1835. También tuvo que partir de Guayaquil, pues el gobierno de Ecuador no la quería allí. Viajó, entonces, a Paita, un puerto en el desierto peruano sin agua y sin árboles, y formado por una sola calle y un muelle al que sólo llegaban balleneros de Estados Unidos. Allí, en un desvencijado edificio, se leía: «Tobbaco. English spoken. Manuela Sáenz». La pobreza la acompañó durante los últimos años, y finalmente también la invalidez.
El 11 de agosto de 1847 se enteró de la muerte de su marido, James Thorne, asesinado el 19 de junio de ese año. En su testamento, Thorne devolvía a Manuela los ocho mil pesos de la dote de los intereses; sin embargo, ese dinero nunca Llegó a sus manos. Así, inválida, acompañada por Simón Rodríguez (el Maestro del Libertador), quien también terminó su vida en Paita (1854), y las cartas del General O'Leary, acabó la vida de Manuela Sáenz, víctima de una extraña epidemia que llegó al puerto en algún ballenero, el 23 de noviembre de 1856.

JOAQUINA GARAICOA:

Simón Bolívar la llamaba “La Gloriosa” ella lo admiraba demasiado y él le mantuvo sentimientos puros y sinceros, Bolívar llegó al extremo de autorizarle el uso de su nombre y apellido, que ella puso al lado del suyo y desde entonces firmó "Gloriosa Simona Joaquina Trinidad y Bolívar".

MANUELITA MADROÑO:

La joven Manuela Madroño, acompañó al Libertador en su paso por la Sierra, entre Guayaquil y Perú; el tiempo fue corto, aproximadamente tres meses, mientras se preparaba la campaña de liberación del Perú. Dados los acontecimientos de la guerra, el Libertador tuvo que separarse de la joven Manuela Madroño, quien nunca le olvidó. Al extremo que ya viejecita la gente le recordaba sus amoríos con él, y ella feliz contestaba, ante la pregunta: ¿Cómo está la vieja de Bolívar?. "Como cuando estaba moza".

PAULA PRADO:

En el baile que le ofrecieron el 2 de junio de 1825 inicia su idilio con la joven y agraciada arequipeña Paula Prado. Será un mes de apasionamiento y allí mismo quedará su enamorada.

FRANCISCA ZUBIAGA BERNALES DE GAMARRA (LA MARISCALA):

Francisca Zubiaga y Bernales “la Mariscala” fue esposa y principal asesora presidencial de Agustín Gamarra. Cuzqueña de nacimiento, de carácter indomable, debeló conspiraciones y dirigió asuntos de estado. La Mariscala fue una mujer que rompió esquemas, quebrantó paradigmas, odiada por muchos y muchas, querida y amada por otros y otras, Doña Pancha se convertiría así en la primera mujer peruana en tener activa participación política. Como bien decía Clorinda Matto de Turner “esa mujer fue mucho hombre” y agregaba además en uno de sus escritos “…Tócame, en fin, ocuparme del Perú, mi amada patria, cuyo pabellón blanco y rojo, hecho con la sangre de los héroes de la independencia y el velo de las vírgenes del sol, fue glorificado por mujeres de la talla de Francisca Zubiaga, esposa del generalísimo Agustín Gamarra”. O cómo se refería de ella la escritora parisina Flora Tristan, quien tuvo la oportunidad de conocerla antes de su temprano deceso “su rostro, según las reglas con que se pretende medir la belleza, no era ciertamente hermoso. Pero, a juzgar por el efecto que producía sobre todo el mundo, sobrepasaba a la más bella. Como Napoleón, todo el imperio de su hermosura estaba en su mirada...”
En el Cuzco le tributa un amor decidido Francisca Zuniaga de Gamarra, esposa del general Agustín Gamarra, quien llegaría a ser dos veces Presidente de Perú, y enemigo, comprensible, de Bolívar y, por extensión, de la independencia de Bolivia, nación a la que invadió, perdiendo la vida frente al ejército patriota boliviano. Cuando a este general le criticaban su odio hacia el hombre que lo había colmado de honores, respondía: "...Me concedió honores, es cierto, pero me quitó la mujer...". Y siguiendo la tradición iniciada con las hermanas Ibañez, dos hermosas ofrendan sin disputas sus favores: Juana de Dios y Bárbara Lemus; y luego, las Patiño, María de Jesús y Salustiana...

BENEDICTA NADAL:

Benedicta era una joven mujer bella y tímida a la vez, buena bailarina de valses, de escasa bolsa, distinta a cuantas le rodeaban, quién sabe en qué oportunidad, en que reunión, o de qué forma estratégica se encontraron estos dos seres ansiosos de amar, uno frente al otro. Los amores de Benedicta con Bolívar, si bien livianos en lo por venir, fueron “in tensos de alto vuelo, íntimos e hirvientes”.
Desde el primer momento la boliviana, ya abierta de ideas, constituyóse en otro paraíso dentro de la vida nueva de Bolívar, y si bien no fue sujeta por varias circunstancias a la inmediatez de los negocios y el compartir intimista del caraqueño allá presente, no puede decirse que mientras anduvo por aquellos contornos y paisajes dejara de contar con su presencia animosa o el calor de su desprendimiento. Por ello, como respuesta a un sentir verdadero Bolívar se autoproclama “tu amante”, al escribirle a poco desde la sensual Lima, y todavía cuando piensa volver de visita a la ciudad tranquila de La Paz. Y continúa empeñoso: “espérame a todo trance…si no eres una ingrata, pérfida…”; y ella, a pesar de los problemas familiares que a diario le arrebataban el sentimiento, supo responder al llamado del corazón y guardar la llama de la esperanza, mientras pendió de las palabras y los suspiros el imposible regreso del héroe aclamado.

MARÍA JOAQUINA COSTAS:

El 5 de octubre de 1825 llega Bolívar a Potosí y una dama le susurra al oído: "Cuidado, quieren asesinarlo". La dama se llama María Joaquina Costas y es la esposa del general boliviano Hilarión de la Quintana. Esa noche mientras los asesinos desesperan al no encontrar a Bolívar, éste recibe amor y cobijo en los brazos enamorados de María Joaquina, que en el ínterin le revela toda la conspiración que incluye a su pariente León Gandiarias.

JEANETTE HART:

Jeannette Hart se llama la novia estadounidense que conoció en 1825 en el puerto de El Callao, Perú, durante una recepción a bordo de la goleta insignia "United States", y por la que estuvo a punto de batirse a duelo con un gringo celoso, Jack Percival, asistente del Comodoro Hull, cuñado de la joven que consentía la relación y la estimulaba. Jeannette murió soltera, en 1861, en Nueva York. Se cuenta que cuando se enteró de la enfermedad de Bolívar partió rumbo a Colombia, pero informada de su deceso suspendió el viaje.

Y "casi una niña", el escándalo oculto:

Y en la primera semana de enero de 1830 viniendo de Cartago por el camino del Quindío, el libertador de tres repúblicas y supremo presidente de Colombia, con parte de su estado mayor y al mando de 282 hombres a caballo y 644 a pie, se encontraba a las puertas de la ciudad de Ibagué, donde con las primeras oscuridades una jovencísima doncella se desliza en su habitación con un núbil temblor, "casi una niña" dirán las murmuradoras, que acompañan al padre ultrajado a la mañana siguiente a casa del juez a consignar la denuncia de su honor mancillado en su hija seducida por aquel asombroso portento. Ya Bolívar había marchado al alba en pos de su destino, pero el implacable juez lo persiguió hasta darle alcance y luego de vencer el obstáculo del estado mayor, le informa: - "General Bolívar debe usted regresar a enfrentar un juicio por seducción de menor que se ha introducido en mi tribunal". -¡Vaya usted al carajo!, fue la abofeteante respuesta que dejó clavado en la llanura, ante la burla de la soldadesca, la dolorida figura de la justicia. Pero el documento con la denuncia quedó para posteridad asentado en el libro diario del juzgado.

domingo, 23 de mayo de 2010


Siempre he sentido un gran malestar cuando continuamente se le llama traidor al General en Jefe José Antonio Páez, no soy historiador, quería escribir algo para defender su nombre, ya que el no puede hacerlo personalmente, inclusive muchachos que ni han leido libros de historia ahora hablan y dicen Páez traicionó a Bolívar, pero encontré aquí mismo en internet una publicación en descargo del General Paéz que solo con leerla me dije no hay que agragar nada más, solo difundirla y como esa es la idea de este blog de historia, aqué la reproduzco tal cual la encontré: (mis felicitaciones al autor).


Un descargo sobre la supuesta traición de Páez
Por: Ángel Emiro Antúnez
Fecha de publicación: 12/04/07


El General en Jefe José Antonio Páez Herrera; El Centauro de los Llanos, fue todo un gladiador, y como guerrero uno de los mejores de nuestra gesta libertadora… por su temple, al igual que sus guerreros…

Él decía, para nosotros la lucha tiene un nombre. Libertad y contra eso nadie puede. Quieren mi patria para ellos. Nosotros para nosotros.

Nacido a finales del siglo XVIII (13-06-1790) en la tierra llanera en donde la inmensidad obliga a pensar en y para la libertad; y el verbo abrazado de la palabra humilde vuela por la inmensa sabana. Hombre muy astuto que luchó por la libertad de Venezuela.

Como toda persona protagonista de la historia, Páez tiene sus admiradores y detractores. Yo admiro sus logros militares junto a Bolívar; tal como se dice, es posible que la victoria patriota no hubiera sido posible sin él, y tal vez hasta la batalla de Carabobo hubiera tenido otro desenlace dada la ventaja numérica del enemigo.

Ese 24 de Junio de 1821 los patriotas logran una brillante victoria y en reconocimiento de la gloriosa participación de los soldados de Apure en el propio campo de batalla, Bolívar asciende a José Antonio Páez al rango de General en Jefe y lo condecora con la medalla de los libertadores igual que a todos sus guerreros (llaneros). Es en Carabobo donde el gran llanero tiene una participación gloriosa arriesgando su vida y desde este momento se convierte en el llanero inmortal.

El remate final de la independencia de Venezuela lo pondrá el mismo Páez, cuando el 8 de noviembre de 1823 toma el Castillo de Puerto Cabello, último reducto de los realistas en el país. (Departamento Venezuela de entonces).

Esta proeza de los llaneros quedaría resumida en la historia gracias a la Proclama dictada por El Libertador en el mismo campo de batalla: "Solamente la División de Páez, compuesta de dos batallones de infantería y 1.500 jinetes, de los cuales pudieron combatir muy pocos, bastaron para derrotar al ejército español en tres cuartos de hora".

Quisiera llamar la atención de los lectores y en especial al ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Tcnel. (Ej.) Hugo Rafael Chávez Frías a quien con todo respeto y admiración dedico este escrito, para destacar que en estos tiempos lo que debemos es hacer justicia a la personalidad excepcional de los hombres y a los conocimientos ya verificados por la historia, con el paso del tiempo y la investigación de los hechos.

Deseo se tome esta posición histórica, científica y ética, como una sugerencia o un recordatorio necesario para el gobierno nacional, porque no es solamente el ciudadano presidente quien, cada vez que se quiere hacer referencia a algún traidor se recurre al pobre Páez sino que para José Antonio Páez ya se ha constituido y tiene en su haber la mácula indeleble de haber traicionado al Libertador.

No podemos, alegremente, juzgar en el presente la actitud de alguien del pasado. Todo tiene su justa dimensión y todo debe verse como decía el filósofo José Ortega y Gasset: “El hombre y sus circunstancias”.

En todo caso quiero dejar claramente establecido, que en ningún momento me inspiró otra motivación que no fuera la de servir, con lealtad objetiva y visionaria a los intereses de la Fuerza Armada Nacional, entendida como Patrimonio Institucional de Venezuela.

El General en Jefe José Antonio Páez fue dado a los Sub-Oficiales profesionales de Carrera de la Fuerza Armada Nacional como héroe epónimo para premiarlos y distinguir su comportamiento en toda su carrera militar y como “Día del Sub-Oficial” para recordar su fecha natal todos los 13 de Junio de cada año, en decreto Nº DG-2627 de fecha 4 de Junio de 1990. Es Justicia necesaria la defensa al hombre creador de nuestra nacionalidad, que por ello nos sentimos “venezolanos” orgullosos.

Sus proezas militares, su condición de prócer de la Independencia, sus logros al frente de la República, sus combates contra los militaristas no tienen suficiente peso. Tampoco su ingreso al Panteón Nacional ni la hagiografía conmemorativa del bicentenario han logrado disipar este pecado original. Que ni es traición pero que podría ser desobediencia o deslealtad, pero que tampoco es, porque Páez lo que hizo fue defender a Venezuela, su patria chica, la misma de Simón Bolívar “El Libertador” la única que tenia, su propio pueblo y el de nosotros ahora, para protegerla de esa jauría de hipócritas, mezquinos y traidores de la Elite colombiana encabezados por Santander. Páez tenía bien desarrollado el sentido de eso que ahora se le llama “sentido de pertenencia”. Frase muy aplicada a los trabajadores de las empresas del estado cuando se quiere obtener de ellos rendimiento, eficiencia y eficacia.

Se debe saber que fue Páez el restaurador de la República de Venezuela y del gentilicio venezolano y el organizador de las instituciones republicanas. Venezuela casi desaparece como entidad soberana cuando Bolívar la incorpora a la Nueva Granada y a Ecuador, quedando en Bogotá, por disposición del Congreso de 1821, la capital de la nueva nación que en honor del descubridor se llamó Colombia y colombianos sus habitantes.

En otra oportunidad, “Venezuela” estuvo a punto de desaparecer hasta como nombre al intentar el Congreso de Colombia eliminarlo y sustituirlo por “Apure” para designar al territorio que ocupaba este Departamento.

Y que fue Páez quien uniéndose al descontento general que tal incongruencia generó en todas las regiones del país, repone la integridad nacional a despecho de Bolívar que, luego de apoyar tácitamente la separación, intentó preparar una invasión a Venezuela para restituirla al seno de Colombia.

El general Rafael Urdaneta le respondió, en enero de 1830, cuando Bolívar pidió la opinión de su estado mayor y notables del gobierno sobre la invasión a Venezuela, que ésta se había separado de hecho cuando el Libertador la había visitado en 1827 y había apoyado la desobediencia de Páez al gobierno de la Unión.

Cada vez que se quiere hacer referencia a algún traidor se recurre al pobre Páez. Incluso, hace poco, el Presidente dijo por televisión lo Siguiente:

Primero dijo que Páez fue:

"El corrupto más grande de la historia venezolana".

Y luego dijo:

"Voy a quitar a Páez de mi despacho. No voy a destruir la obra porque es de Tito Salas, pero mi general Páez no merece estar en el despacho presidencial junto a Bolívar y Sucre, pues fue un traidor. Duele decirlo, pero sí fue un traidor".

Decir eso sólo tendría sentido si se va a aplicar la misma regla a todos los acontecimientos y personajes históricos: de acuerdo con ese criterio, también se dice que la Segunda República sería fruto de una "traición", la de Simón Bolívar a Francisco de Miranda, vendiendo su jefe a Monteverde por su vida y un “Salvoconducto” para refugiarse en Curazao. Porque lo que es igual no es trampa. Si queremos decirlo de otra forma, diríamos que la acción de Bolívar puso a Miranda en bandeja de plata a Monteverde... es decir, Bolívar fue el actor principal en los sucesos que culminaron con la detención de Miranda… Por ello, a finales de 1.812 Francisco de Miranda, la personalidad más destacada del campo patriota en aquel período, ya se hallaba prisionero.

A partir de aquí, Miranda desaparece de la escena política, de la guerra y de la lucha por la independencia de Venezuela, hecho preso, ruleteado por las cárceles de La Guaira, Puerto Cabello, y Puerto Rico hasta llegar a “La Carraca” en España, donde muere. En el ínterin surge Bolívar y comienza a perfilarse como el futuro líder de la Independencia con su Manifiesto de Cartagena, la Campaña Admirable y el Decreto de Guerra a Muerte que es cuando Bolívar un poco más maduro entiende que debe tomar en cuenta a los grupos populares e incorporarlos al ejército patriota por la lucha de la independencia siendo esto un factor determinante, decisivo, para el logro de victorias que luego aseguraran la libertad.

Al entrar a Caracas en octubre de 1813 Bolívar fue proclamado “Libertador de Venezuela” por la Municipalidad de la ciudad, e investido de poderes absolutos.

La incorporación progresiva de los pardos, los negros y otros estratos sociales populares a los ejércitos republicanos fue vital e hizo inclinar la balanza a favor de la causa patriota. Debemos recordar que los pardos constituían el grupo mayoritario dentro de la organización social y obviamente, su respaldo y anexión a uno de los dos bandos enfrentados en la guerra era decisiva para la obtención del triunfo.
Mientras los grupos populares de pardos y negros apoyaron a los jefes realistas, el desarrollo de la guerra fortaleció a la causa monárquica

A medida que fueron cambiando de bando, la lucha tomó una orientación distinta, favorable a los republicanos. Esto sucedió entre 1810 y 1814.

"Hasta 1815, la inmensa mayoría del pueblo de Venezuela fue realista o goda, es decir, enemiga de los patriotas".

Significado de la palabra “Traición”

Según el diccionario, la palabra traición significa: (Diccionario de la lengua española)

1.- Traición.

● Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener.

● Violación de la fidelidad o lealtad que se debe.

• Delito que se comete contra la patria o contra el Estado, en servicio del enemigo.

En otras palabras, un traidor es aquel que viola un juramento de lealtad hacia alguien o hacia algo.

“podría perdonarse cualquier error, pero no una traición”

Hay traiciones famosas, por ejemplo, la traición de Bruto a Julio César, la de Judas a Jesús, una fresquísima la traición del general Pinochet a Salvador Allende,

2.- Alta traición.

La cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado. Es decir, es el delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria.

Quiero decir con esto que existe la traición a la patria, que no es otra cosa que el delito que se comete en contra del estado o del país; esto lo vivimos todos los venezolanos en esos días aciagos del golpe de estado, (Abril 2002) cuando un grupo de empresarios unidos a la patronal obrera y a algunos militares disidentes decidieron dar un golpe a la democracia, instaurando una breve dictadura que fue repelida por el pueblo.

Estos si son traidores de verdad porque incluso los militares juraron una vez y ante la Bandera Nacional, defender la patria y sus instituciones, hasta perder la vida.



En términos legales, la traición es el crimen de deslealtad a la nación o estado de una persona. Una persona que traiciona a la nación, a su ciudadanía y/o reniega sobre un juramento de lealtad y en algunas ocasiones coopera de forma voluntaria con el enemigo, es considerado un traidor.

En muchas naciones, a menudo se considera traición conspirar para derrocar al gobierno, incluso sin que sea auxiliado por ningún país extranjero o involucrado para tal propósito. Traidor puede referirse a una persona que traiciona (o es acusada de traición) a su propio partido político, familia, amigos, grupo étnico, religión, u otro grupo al cual pueda pertenecer.

A menudo, tales acusaciones son controversiales y disputadas, cuando la persona no puede identificarse con el grupo del cual es miembro, o de lo contrario está en desacuerdo con los líderes del grupo que hacen el cargo.

En ocasiones, el término "traidor" ha sido nivelado como un epíteto político, sin considerar acción traicionera alguna verificable.

Pero existe un tipo de traición que es la peor de todas, la más deplorable e imperdonable: la traición a sí mismo; todos en algún momento de nuestras vidas hemos llegado a tener ideales y sueños; han existido importantes idealistas que han dejado huella imborrable en las conciencias de algunos, Simón Bolívar por ejemplo, Jesús, Ghandi, El Che Guevara.

Nosotros, al igual que ellos, hemos soñado con construir un mundo mejor en el que todos seamos iguales y gocemos de los mismos derechos, pero hay quienes, vendiendo su dignidad a intereses personales, traicionan todo aquello por lo cual una vez lucharon y se convierten en engendros de su propio egoísmo.

Son precisamente éstos los que cometen la peor de las traiciones ya que se traicionan a sí mismos, olvidando todas las promesas que se hicieron y todos los juramentos de defender sus ideales hasta la muerte, transformándose en lo que ellos juraron que nunca se transformarían, incluso hasta peor: muchos juran luchar por la igualdad y la justicia social pero siempre terminan complaciendo a los poderosos en detrimento de los más necesitados.

La "denuncia" de la traición de Páez

Se dice que Páez traicionó al Libertador por orden o para favorecer "al imperio" (un imperio que no existía aun).

Los detractores de Páez ven la separación de Venezuela como una traición al sueño bolivariano de una Colombia unida.

El sueño de Bolívar era unir las provincias liberadas de España en un sólo estado: La Gran Colombia, que estaba conformada por los actuales territorios de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Cuando la guerra contra España finalizó, los federalismos y regionalismos comenzaron a resurgir.
¿Qué fue lo que hizo Páez? Nada más que tomar la iniciativa de actuar con el fin de torcer el rumbo de los acontecimientos en una dirección diferente. Bolívar no estaba en Venezuela había partido en Agosto del 1821 después de la Batalla de Carabobo, inicia sus campañas del Sur y volverá a Venezuela en el 1826. Santander era el Vicepresidente de la Gran Colombia y Páez era el Comandante Militar de Venezuela, Páez no era bien visto por Santander. Había diferencias entre ellos pero Páez era un guerrero hecho en el fragor de la lucha en el terreno de los acontecimientos y Santander un académico leguleyo. Ahora nosotros, ya sabemos quien fue Santander pero Páez como que lo presentía ya, en esa época y tenía su criterio sobre él.

El culto bolivariano, en su empeño de presentarnos la historia en blanco y negro, no estimó nada más conveniente que dividir a los protagonistas entre leales y traidores. No había términos medios: se estaba con Bolívar o contra él, se trataba simplemente de la oposición entre dos proyectos políticos, uno viable, el otro no, y que sólo se podía lograr poniéndose al cobijo del más prestigioso de todos, el General Páez. Cualquier cosa se podrá decir de José Antonio Páez, menos que fuese cobarde o traicionero.

Quieren mi patria para ellos. Nosotros para nosotros.

Sin embargo, la distinción maniqueísta entre traidores y leales, no finalizo allí. La historia larga de las traiciones se prolongará hasta finales del siglo veinte. La muerte de Sucre y Bolívar, en el mismo año (1830), en lugar de cesar las deslealtades, se multiplicaron y proliferaron.

1. Su antiguo teniente y compadre, José Tadeo Monagas, es el encargado de pasar la factura de los viejos resentimientos a Páez y Monagas fue calificado de traidor por Páez;
2. Traiciona Antonio Guzmán Blanco a Falcón;
3. Juan Vicente Gómez traiciona a Cipriano Castro;
4. La traición que Carlos Delgado Chalbaud hizo a Isaías Medina Angarita;
5. La que Marcos Pérez Jiménez propinó a Delgado Chalbaud.
6. Betancourt satanizó como traidor a Prieto Figueroa y a todos y cada uno de los disidentes adecos;
7. Los comunistas execraron a Petkoff como el peor de los traidores cuando abrió tienda aparte;
8. Caldera le cambió a Fernández el título de delfín por el de traidor.
9. Carlos Andrés Pérez acusó de traidores a sus ex compañeros de partido cuando le dieron la espalda; y
10. El más reciente de todos, El Cmdte. Arias Cárdenas, también es calificado de traidor por el presidente Chávez y lo compara con Páez.
11. La más moderna; el ex-alcalde del Municipio Maracaibo, abogado Gian Carlo Di Martino, acusó de traidor al gobernador del Estado Zulia, Manuel Rosales porque se reunió en Bogotá con Pedro Carmona Estanga y militares golpistas de Venezuela asilados en Colombia, con el deliberado propósito de coordinar acciones para imponer en el país un gobierno no surgido de la elección popular.



¿Será verdad que todos ellos también fueron traidores?

Si se acepta la versión inquisitorial de algunos historiadores entonces, en todas las épocas y en todos los regímenes de nuestra tormentosa historia, siempre han existido personajes de estrategias resbaladizas. Siempre han existido los que medran, negocian y enturbian las aguas, en todos los sitios donde en Venezuela se maneja el poder público.

En el año de 1821 a instancias del Congreso Constituyente de Cúcuta se aprueba la Constitución de Colombia y el territorio quedaba dividido en Departamentos, Provincias y Cantones es así como Venezuela queda dividida en tres Departamentos o Distritos militares: Venezuela (Provincias de Caracas, Carabobo, Barquisimeto, Barinas y Apure), Orinoco (Provincias de Guayana, Cumaná, Barcelona y Margarita) y Zulia (Provincias de Maracaibo, Coro, Mérida y Trujillo). Páez es nombrado Comandante General del Departamento Venezuela.

En 1825, comenzaron a surgir una serie de críticas hacia Santander que era el Vicepresidente de la Gran Colombia, pues muchos sectores no aprobaban algunos aspectos de su gestión. Se iniciaron las discusiones y desacuerdos políticos: los venezolanos no estaban conformes con la designación de Bogotá como principal centro político y económico. ▬ Aquí habría que preguntarnos por qué Bolívar escogió o dejo que se escogiera a Bogotá como capital de la gran Colombia y no Caracas, su pueblo natal y por qué le puso el nombre de Gran Colombia a la unión de las naciones liberadas ▬ Los neogranadinos sentía recelo por la importancia que habían adquirido los militares venezolanos. Los ecuatorianos, por su parte, denunciaron ser ignorados en la asignación de los cargos en la administración del gobierno central.

Se inició así, el proceso de decadencia de la Gran Colombia.

Mientras Bolívar estaba enfrascado en las campañas militares en el Perú, le era imposible llevar a cabo sus funciones y deberes como Presidente de la Gran Colombia. Como resultado, el centro del poder ejecutivo estaba en Bogotá bajo el liderazgo del Vicepresidente Francisco de Paula Santander, desde Nueva Granada (lo que correspondería hoy en día a Colombia y Panamá).

Mientras que para algunos líderes, la Gran Colombia era sólo una necesidad militar, constituido por las necesidades de la guerra, para otros era una entidad administrativa real. Así, la confusión creció entre el gobierno central en Bogotá y las provincias y municipalidades. Esto incomodó a Páez y a otros políticos venezolanos. Páez se enfrenta al Congreso que está en Bogotá.

La denuncia con vehemencia en Venezuela del maltrato legalista que hacían los civilistas granadinos a los venezolanos en Bogotá y las ideas de rebelión, violencia y atropello a los intereses venezolanos se fueron difundiendo por Valencia y otros pueblos; este movimiento ha sido llamado de "La Cosiata", y fue el que inició frontalmente la separación venezolana de la Gran Colombia. Se estimuló así un sentimiento de identidad venezolana y de oposición al gobierno manejado por Santander desde Bogotá.

Obsérvese que además de desarrollarse un “sentimiento venezolano” al mismo tiempo se desata una oposición al gobierno de Santander.

Don Fernando de Peñalver escribía en 1823:

«Es una verdad que nadie podría negar, que la tranquilidad de que ha disfrutado Venezuela desde que la ocuparon nuestras armas, se ha debido al General Páez, y también lo es, que si él se alejase de su suelo, quedaría expuesto a que se hiciese la explosión, pues sólo falta, para que suceda esta desgracia que se apliquen las mechas a la mina».

El señor Peñalver fue de los primeros en comprender la importantísima función que Páez ejercía en Venezuela, sin embargo de que, como había dicho en 1821, sólo existía «un pueblo compuesto de distintas castas y colores, acostumbrado al despotismo y a la superstición, sumamente ignorante, pobre, y lleno al mismo tiempo de los vicios del Gobierno español, y de los que habían nacido en los diez años de revolución», y creía el fiel amigo de Bolívar, que la República «necesitaba por mucho tiempo de un conductor virtuoso, cuyo ejemplo sirviese de modelo, particularmente a los que habían hecho servicios importantes y que por esta razón se consideraban con derechos que no tenían, ni podían pertenecer a ninguna persona».


Pero al estallar la revolución del 26, provocada por los que creían en la panacea de las constituciones escritas sin sospechar siquiera la existencia de las constituciones orgánicas que son las que gobiernan las naciones, estampa este consejo seguido tan fielmente por el Libertador, cuya conducta fue censurada con grande acritud, principalmente por Santander, «el hombre de las Leyes», despechado por el tacto político con que trató a Páez, alzado contra la Constitución y contra el Gobierno de la Gran Colombia.

«Creo que este General (Páez) —decía D. Fernando a Bolívar— debe ser tratado con mucha lenidad por ti y por el Gobierno, pues si se quiere emplear en él el rigor de las leyes y no la política, pueden muy bien resultar las más funestas consecuencias. Tú conoces más que nadie los elementos de que se compone nuestro país, cuyos combustibles, inflamados por una persona como el General Páez, harían los más horribles estragos».

Briceño Méndez, que pensaba también muy hondo, critica las medidas tomadas por Santander, con la pretensión de cohonestar la influencia de Páez y «contener el progreso de la revolución con pequeñas intrigas».

En 1824 Ante el rumor de una supuesta Santa Alianza, mediante la cual se estaría formando en Europa un poderoso ejército para reconquistar a América, Santander decreta el 31 de agosto de 1824 un alistamiento general de todos los ciudadanos, de dieciséis hasta cincuenta años, con las excepciones del caso

Una carta de Páez a Bolívar, con fecha de octubre de 1825 expresa la situación: “Usted se abismará en ver las personas que dirigen su país. Son de la especie que en cualquier otra parte en que hubiese moral pública ocuparían el lugar más inferior, y muchos de ellos ocuparían un presidio por sus crímenes; mas por desgracia no es así. Ellos manejan a su antojo las elecciones, señalan al primer magistrado de la República... toman al instante un empleíto y otras mil cosas... Entonces me parece que se puede asegurar que este país necesita otra cosa distinta de la presente que establezca el orden, le dé cabida consideración a los que la merecen e imponga silencio a los tramoyistas.”

Viene La Cosiata (1824-1826 La Cosiata comienza en abril de 1826. Había presión de venezolanos, para que Páez fuese removido de su cargo, lo acusaban de abusar de su autoridad en relación a la implementación de órdenes provenientes de Bogotá -órdenes con las que Páez presuntamente no estaba de acuerdo-.

El partido civilista de Caracas acusó a Páez ante el Congreso, por violación de las garantías constitucionales y fueron hombres civiles, entre los que se contaban antiguos realistas, quienes dieron curso a la acusación, instigados por el Vicepresidente Santander que no sólo quería vengar viejas rencillas, apoyándose como siempre en la Constitución y en las leyes, sino destruir y anular a Páez, a quien consideraba como el único obstáculo para hacer sentir en Venezuela la autoridad del Gobierno de Bogotá, aceptado a regañadientes por los venezolanos.

El 8 de julio, Santander declaró que Páez estaba en rebelión abierta contra el gobierno central. lo acusaban de abusar de su autoridad en relación a la implementación de órdenes provenientes de Bogotá -el reclutamiento forzado de hombres para el ejército - El Congreso decidió que tenía la potestad para juzgar a Páez por cuanto que se había excedido en la ejecución del mandato y le ordenó acudir a Bogotá para su juicio..

A las exhortaciones de Santander para que Páez compareciera ante el Congreso, éste le contestaba con amarga y penetrante ironía: «Algunos enemigos gratuitos o envidiosos de glorias que no pueden adquirir, han tratado de destruir hasta mi propia reputación forzándome a que ocupe también la plaza de un filósofo... ¡Qué cosa tan extraña, querer hacer de un llanero un filósofo! Si lo consiguen será un nuevo fenómeno en la revolución». Archivo Santander, tomo XIV, página 222

Páez fue suspendido de la Comandancia General y llamado a Bogotá para responder a los cargos en su contra.

Inicialmente Páez estaba dispuesto a ir. Sin embargo, irónicamente algunas de las personalidades venezolanas que estaban originalmente descontentas con Páez por ejecutar las órdenes de Santander, ahora se sentían insultados por el hecho de que su líder tuviese que ir a Bogotá a ser juzgado. Páez no acude a la convocatoria y entrega el mando.

Después de unos pocos días de incertidumbre y tensión en las calles, la municipalidad de Valencia rompió con Bogotá. El pueblo se amotina, carga en hombros a José Antonio Páez, lo lleva hasta la Municipalidad y lo reafirma en el gobierno del territorio de Venezuela. En los siguientes días más municipalidades harían lo propio, incluyendo Caracas, que había sido la primera en acusar a Páez.

El 3 de mayo de 1826 Páez prestó juramento ofreciendo guardar y hacer guardar las leyes establecidas, publicó una proclama anunciando la reasunción del cargo de comandante general de Venezuela y el desconocimiento de la Constitución de Cúcuta y del Congreso de Colombia. “El Libertador Presidente será nuestro árbitro y mediador, y él no será sordo a los clamores de sus compatriotas”.

“¡Viva Bolívar! ¡Viva Páez! ¡Viva Venezuela!” exclamó la multitud.

Mientras todo esto ocurría, Páez escribió a Bolívar de nuevo, pidiéndole que volviera a hacerse cargo y resolviera el embrollo. Aunque Páez y sus partidarios estaban dispuestos a tener a Bolívar como líder supremo, estaban renuentes a seguir a Santander. Y aunque querían cambios constitucionales, primeramente, querían hacerlos bajo la autoridad de Bolívar y no como parte de la Gran Colombia.

Ante la promesa de que el Libertador, que se encontraba en el Perú, vendría a ser el árbitro, Páez insiste en que vuele lo más pronto posible a Venezuela. Días más tarde, Páez le escribe al Libertador “Véngase usted a ser el piloto de esta nave que navega en un mar proceloso, condúzcala a puerto seguro, y permítame que después de tantas fatigas vaya a pasar una vida privada en los llanos de Apure, donde viva entre mis amigos, lejos de rivales envidiosos, y olvidado de una multitud de ingratos que comienzan su servicio cuando yo concluyo mi carrera.”

Fernando Peñalver también le escribe a Bolívar diciéndole: “El General Páez manifiesta por ti el mayor respeto y consideración, y te ha proclamado en el ejército y en todas partes. Aunque dice que no recibirá órdenes de Bogotá, ha ofrecido mantener las cosas en el estado en que estaban, sin hacer ninguna novedad hasta que vengas y resuelvas lo que te parezca conveniente.”

Mientras tanto, el Libertador estaba apasionado con su Constitución Boliviana. A Páez le envía ejemplares de ésta resaltándole que “abraza los intereses de todos los partidos, da una estabilidad firme al gobierno unida a una grande energía y conserva ilesos los principios que hemos proclamado de libertad e igualdad.”

A finales de 1826 Bolívar finalmente regresó de sus campañas en el sur y tomó el mando del ejecutivo resuelto a solucionar pacíficamente los problemas de Venezuela, asumiendo los poderes extraordinarios que le había concedido el Congreso. Cartas conflictivas entre Santander y Bolívar, y entre Bolívar y Páez, crearon un grado de incertidumbre en cuanto a cuáles serían sus acciones.

Finalmente declaró una amnistía general para todos los involucrados en La Cosiata, el 1º de enero de 1827, desde Puerto Cabello, dicta un decreto mediante el cual se olvidará lo pasado y se mantiene a Páez en el ejercicio del poder con el nombre de Jefe Superior de Venezuela. A pesar de que a partir de entonces, cualquier desobediencia a sus órdenes sería considerada como un crimen contra el Estado. Páez recibió a Bolívar y aceptó su autoridad, y Bolívar le nombró Jefe Superior Civil y Militar de Venezuela. Es decir, Bolívar comprende y lo ratifica en ese cargo en Enero de 1827, decepcionando a Santander en Bogotá y a los que en Venezuela no apoyaban a Páez. Bolívar sale para Bogotá a mediados de 1827,

Fracasa la Convención de Ocaña en 1828. Bolívar se hace Dictador el 13 de junio de 1828.

Bolívar sabe y no oculta, por cuanto que El 13 de septiembre de 1829 escribe a Daniel Florencio O'Leary: "Todos sabemos que la reunión de la Nueva Granada y Venezuela existe ligada únicamente por mi autoridad, la cual debe faltar ahora o luego, cuando quiera la Providencia, o los hombres". Páez está entre los que quieren pero también los dirigentes y los pueblos, profundamente motivados por las prédicas de independencia y de libertad, consignas convertidas en regionalismo. Porque cada ciudad quiso ser cabecera de un Estado.

Ese mismo año se reúne una asamblea en Caracas que mayoritariamente decide la separación definitiva de la Gran Colombia.

La asamblea del 25 de noviembre de 1829, en el Templo de San Francisco de Caracas, no es una subversión. Es una manifestación legal, dentro del Estado de Derecho, legítima como expresión de la libertad predicada. Esa Asamblea autorizada, es un plebiscito en favor de Páez, a quien se entrega el poder como Jefe del Departamento de Venezuela; y fue allí donde se decidió mayoritariamente la separación definitiva de la Gran Colombia..

Obsérvese que es la Asamblea quien declara su voluntad de proceder a la “separación del gobierno de Bogotá y el desconocimiento de la autoridad del general Bolívar” Páez no estaba allí pero si estaban los enemigos del Libertador por varias razones, una de ellas, es que algunos de ellos habían sido realistas y ahora estaban allí pero disfrazados de patriotas; entre los más exaltados de la Asamblea se cuentan: Ángel Quintero, Ramón Ayala, Miguel Peña, Juan José Osio, José Telleria y un tal Antonio Febres Cordero y otra es que el prestigio de Bolívar había decaído un poco en Venezuela motivado a que desde que pisó tierra venezolana en 1826, comenzó a dictar medidas tremendas, que en mucho contribuyeron a desprestigiarle, en un pueblo donde la popularidad se alcanzaba entonces con la impunidad para todos los delitos.

Que puede un solo hombre contra todos los enemigos de Bolívar que se encontraban en Caracas.

Páez tenía la edad de 39 años y, como suele ocurrir, deja exagerar la nota contra la larga autoridad de Bolívar, contra el demasiado tiempo necesario en el ejercicio del poder. Aquí el pecado o el error de Páez quizás fue el de dejar que se exagere contra bolívar, es decir el “dejar hacer”, que en esta época moderna “dejar hacer” (laissez faire) es una teoría capitalista de economía de mercado, en aquella los historiadores la califican de traición a Bolívar.

Como cambia el mundo ¿verdad? Incluso, el hecho de que Bolívar bautizase la nueva nación como la Gran Colombia para honrar al "descubridor de América" hoy ya sabemos que no se descubre lo que ya existe y por ello lo de España no fue un descubrimiento sino una invasión a nuestra tierra.

Venezuela junto con sus antiguos pobladores fue conquistada antes que descubierta, esclavizada antes que reconocida. Saqueada, esclavizada y ensangrentada por los aventureros europeos ansiosos de sangre y oro. La invasión de América destruyó la mayoría de las culturas aborígenes se vio interrumpido el estilo de vida tradicional, se destruyeron valores culturales y pueblos enteros fueron subyugados o exterminados.

Que al correr de los años fueron sus hijos legítimos, el grupo de blancos criollos (los hijos de los españoles nacidos en América) los "motores" que dieron impulso a la independencia, ellos fueron los que realmente llevaron a cabo la magna labor de independizarse de España, hasta el extremo de ver como extranjeros a los propios españoles de la Península. El grupo de los blancos criollos acaudilla la Revolución.

Y es Páez, encarnación de la llanura brava, el que se presenta como la resurrección en nuestras tierras, del indomable “Viriato”. ▬ aquel Pastor y caudillo lusitano que logró acaudillar la resistencia de su pueblo y encabezó un movimiento de resistencia contra los invasores romanos entre los años 150 a.C. y el 140 a.C., Su rebelión se convirtió en uno de los mayores símbolos de la resistencia peninsular frente a la dominación romana, después de la masacre cometida por el pretor romano Galba ▬ Y frente a la expansión de las formas de cultura, activas o latentes, que vienen con las huestes de la conquista, a imponerse en nombre del tiempo, el medio telúrico, con sus fuerzas desconocidas, se alza como reclamo del espacio, para delinear con caracteres diferenciales a la nueva sociedad, que al correr de los años y sintiéndose distinta de España, lucha con gesto ejemplar por su independencia política.

Cualquiera que con espíritu desprevenido lea la historia de Venezuela, encuentra que, aún después de asegurada la Independencia, la preservación social no podía de ninguna manera encomendarse a las leyes sino a un caudillo prestigioso y más temible, del modo como había sucedido en los campamentos.

Es el carácter típico del estado guerrero, en que la preservación de la vida social contra las agresiones incesantes exige la subordinación obligatoria a un Jefe. «En el estado guerrero el ejército es la sociedad movilizada Y la sociedad es el ejército en reposo».

Para mantener el orden en pueblos de esta constitución social, es necesario un jefe que posea una gran autoridad personal, habituado al mando y sabiendo hacerse obedecer. Es evidente que este papel no puede representarlo el primero que llegue; se necesita un hombre muy eminente, un verdadero, patrón.

Nada más lógico que Páez, fuese ese caudillo, el vigilante capaz de contener por la fuerza de su brazo y el imperio de su autoridad personal a las montoneras semibárbaras, dispuestas a cada instante y con cualquier pretexto, a repetir las invasiones y los crímenes horrendos que destruyeron en 1814, según la elocuente frase de Bolívar, «tres siglos de cultura, de ilustración y de industria».

El 13 de enero de 1830, basándose en el Acta de la Asamblea popular del 25 de Noviembre de 1829 en Caracas, fue convocado por decreto del general José Antonio Páez en su carácter de jefe civil y militar de Venezuela, el Congreso constituyente; El mismo día de la instalación, Páez envía desde San Carlos un mensaje al Congreso en el que renuncia a su cargo, pide atención para el área militar y la deuda pública y presenta las memorias de los secretarios de Estado. El Congreso no le aceptó la renuncia. Páez la reiteró y tras nueva insistencia del cuerpo, aceptó continuar en sus funciones hasta la sanción de la nueva Constitución.

Observen que el Congreso no le acepta la renuncia, pero ¿Se imaginan ustedes si Páez no acepta continuar en sus funciones, en manos de quien hubiera quedado Venezuela? Era como dejarle el campo libre al enemigo.

El 27 de febrero se reúnen las Asambleas Primarias: asisten 33 el primer día; 48 fueron electos.

Desde San Carlos, el 30 de abril, Páez envía su primer Mensaje, en el lenguaje sabiamente aprendido de la convivencia con Bolívar y los repúblicos: "Mi espada, mi lanza y todos mis triunfos militares están sometidos con la más respetuosa obediencia a las decisiones de la ley".

El 6 de mayo hay Congreso Constituyente en Valencia.

El decreto, que convoca a elecciones dice que: “...el objeto de las asambleas electorales es votar por los diputados que correspondan a la provincia para representarla en el Congreso Constituyente de Venezuela...”.

Se inicia así: “Pueblos de Venezuela! Habéis manifestado que queréis separaros del gobierno de Bogotá, y no depender más de la autoridad de S.E. el Libertador general Simón Bolívar. Os habéis pronunciado al mismo tiempo porque se establezca en Venezuela un gobierno soberano, popular, representativo, electivo y responsable: y ha sido tal la decisión de vuestros votos, tal la unanimidad con que los habéis emitido, que faltaría a mis deberes para con la patria, si no aceptase el honroso encargo que me habéis hecho de sostenerlos y de hacerlos efectivos, reuniendo el Congreso que ha de sancionar la constitución de Venezuela”. El artículo 46 establece como sede la ciudad de Valencia. A la instalación, el 6 de mayo, asistieron 33 diputados.

El Congreso Constituyente de Venezuela sancionó el 22 de septiembre de 1830 la Constitución, que debía regir la nueva República de Venezuela, y la misma fue mandada a ejecutar el 24 del mismo mes. Es la primera Constitución de Venezuela, separada de la República de Colombia. Así pasaron las cosas y por eso se desintegra en forma definitiva la Gran Colombia, el sueño político del Libertador Simón Bolívar.

Trascurridos 03 meses, tras una penosa enfermedad, Bolívar muere en Santa Marta.

El 1 de diciembre llega por mar a Santa Marta, el 6 es llevado a la Quinta San Pedro Alejandrino, donde murió el 17 de diciembre a la edad de 47 años

En una carta muy dura, que Urdaneta, el último presidente de la Gran Colombia, el hombre que estuvo hasta el final batallando junto a Bolívar, le escribe a otro amigo le dice: “Lo único que a mi General Bolívar le reclamaré toda mi vida, es habernos abandonado”. Lo que es la ironía del destino, fíjense lo que dice Urdaneta, pero ahora ya sabemos que bolívar cuando abandona a Bogotá, lo hace con la intención de irse a Europa a curar su enfermedad o como diríamos ahora nosotros, Bolívar estaba muerto en vida. Pero solo logra llegar a Santa Marta.

He aquí la jugada del destino; “Venezuela no podía quedar sin su protector nativo”

En el curso de los años inmediatamente posteriores a la independencia política, Páez era el caudillo de mayor prominencia. Había emergido de la guerra de independencia como el héroe popular de los llanos y su actuación le había convertido en el jefe indiscutible del Departamento de la Gran Colombia formado por el territorio venezolano, para este momento, Páez había pasado de ser un caudillo regional a convertirse en un caudillo en el que confluían los sentimientos nacionalistas de los venezolanos. Ningún otro caudillo, ni siquiera aquéllos que podían ostentar glorias bélicas notables, le resultaban equiparables. Pero además -y es difícil no ver en esto un hecho de gran significación- se trataba de un héroe llanero.

Cuando en 1830 la élite venezolana -cuyos intereses económicos y políticos pugnaban por la separación de Venezuela de la Gran Colombia- dicen a Páez: "¡General!, Tú eres la Patria", cuesta no adivinar, en la rotunda economía de la altisonante ecuación, la prefiguración de esa condición emocional que mueve como naturalmente fue, al venezolano a aceptar que Venezuela es él. Con semejante lisonja cualquiera se la cree pero habría que trasladarse a la época para entenderla en toda su extensión y no sacarla del contexto y que en esta época pudiéramos decir que Quizás fue este el mayor pecado cometido por Páez.

Haciendo un ejercicio de imaginación la tentación del Poder es mucha, Páez diría es preferible ser cabeza de león y no cola de ratón es decir, es preferible ser Jefe Superior Civil y Militar de toda Venezuela y no subordinado de Santander.

El primer Congreso Constitucional de la República de Venezuela se instaló en la ciudad de Valencia el 6 de mayo de 1830, El 13 de mayo decide el Congreso que el gobierno será centro federal. El 24 del mismo mes, fueron examinados por el Senado los Registros Eleccionarios y se practico el escrutinio legal para elegir al Presidente de la República. Páez es electo presidente por 136 votos de los 158 sufragantes surgidos de las asambleas electorales

El Presidente de Venezuela se juramentó el 27 de mayo de 1830, y el 19 de julio del mismo año, se procedió a la elección del Vicepresidente. Por un voto fue electo el Licenciado Diego Bautista Urbaneja.

De esta forma Páez fue nombrado primer Presidente Constitucional de Venezuela para un período que culminó en 1835.

Hasta La Cosiata, Páez había sido muy respetado gracias a sus éxitos militares durante la guerra y a aquellos formidables llaneros que atravesaban a nado ríos caudalosos cuando los europeos hacían menester puentes. Estos pedían los alimentos a que estaban habituados y las asistencias todas de los ejércitos regulares, cuando los venezolanos comían carne sin sal, andaban desnudos y se curaban las heridas con cocuiza". Esos llaneros que el equipaje no les estorbaba, porque todos estaban en cueros, y las subsistencias no les dan cuidados porque viven sanos y robustos con la carne; hacían movimientos rápidos y felinos que no pueden imitarse por más esfuerzos que en las marchas hagan los soldados realistas preparados. Los llaneros se arrojan a caballo desde la barranca del río, con la silla en la cabeza y la lanza en la boca, y pasan dos o tres mil caballos en un cuarto de hora como si pasasen por un ancho puente, sin temor de ahogarse ni perder el armamento ni la ropa...". A partir de entonces empezó a ser visto como un político con el poder e ingenio necesarios para seguir y defender cualquier cambio, o la falta de los mismos, hechos bajo el orden constitucional. Páez salió de La Cosiata con más poder que nunca.

“Por Páez sentimos orgullo guerrero”.

En el Diario de Bucaramanga, Bolívar demuestra cómo conocía de bien a sus generales y los tenía en cuenta. Para el Libertador, Sucre y Urdaneta eran sus privilegiados ante mente y corazón. No solo Bolívar respetaba a Páez sino qué Páez al único que respetaba era a Bolívar, prueba de ello es la entrevista de Páez y Bolívar en el Llano, fue Bolívar el que decidió viajar a los llanos para conocer a Páez por cuanto que ya el valor de Páez y de sus llaneros había llegado a Bolívar y éste quería unir a todos los que peleaban contra los españoles. El encuentro se realizó en el hato Cañafistola, el 30 de enero de 1818. Páez hizo que todo su ejército reconociera al Libertador como Jefe Supremo. Al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios. Bolívar es el Padre de la Patria y Páez sólo el Padre de la Cuarta República que aún vivimos y que está llegando a su fin; y ¿Quién será el padre de la Quinta Republica?

Páez, a partir de la Cosiata pasa a ser protagonista de lo que sucede en Venezuela y aunque muchos interpretan a este movimiento como algo separatista, muchos historiadores lo catalogan más bien como una reacción a la constitución de Cúcuta y a las pretensiones de Santander.

De hecho Bolívar perdona a los involucrados en la Cosiata mediante un indulto. Pero ya el mal estaba hecho, tanto Bogotá como Caracas, y por supuesto también Quito, habían decidido separarse y la Gran Colombia se disuelve.

Los detractores de Páez lo ven como una traición al sueño bolivariano de una Colombia unida. Los que lo apoyan dicen que fue una necesidad reaccionando a la constitución de Cúcuta que también adversaba Bolívar.

Pero creo que lo más cuestionable de Páez quizás fueron sus actuaciones en la presidencia cuando si bien reforzó el estado federal llegó a ser el más fuerte propietario territorial del país, Aunque puede que este enriquecimiento haya sido por "pagos" por sus servicios cuando fue el gran dictador. Aun siendo así tiene justificación por cuanto que pudiéramos aplicarle también aquel célebre aforismo de John Adams, uno de los fundadores de los Estados Unidos, comprobado hasta la saciedad por la historia de todos los pueblos: «Aquéllos que poseen la tierra tienen en sus manos el destinos de las naciones».

Lo importante de esto es que tal vez no tuvo el desprendimiento que observamos en Bolívar y que manifiesta en su última proclama. Aun así, fíjense que cuando Páez muere estaba igual que Bolívar, no disponía de fondos abundantes, es decir, él también muere pobre y abandonado de sus compatriotas, como dice el dicho aquel; “Nadie es profeta en su tierra”. Aunque afuera de Venezuela, Páez gozaba de gran aprecio dondequiera que se encontrara.

Señor Presidente, solo está y solo se quedará en su temeridad de calificar a Páez como traidor a Bolívar; repito, cuando que él solo quiso proteger a Venezuela de esa jauría de hipócritas, mezquinos y traidores de la Elite colombiana encabezados por Santander.

Bolívar soñaba con la Gran Colombia unida como una gran nación capaz de enfrentar a España y las demás amenazas externas como los Estados Unidos, Francia e Inglaterra pero había una gran diferencia por cuanto que los primeros invasores que llegaron a estas tierras fueron los españoles, y ellos la convirtieron en una suerte de colonia con todos los defectos de la ignorancia, la pobreza o escasa mentalidad progresista, diferente a la mentalidad de los invasores (ingleses) que llegaron al norte, es decir, a lo que ahora son los Estados Unidos de Norte América.

Así como Miranda también soñó con la unión de la América pero desde el Missisipi hasta la Patagonia.

Pero, hoy que ya han pasado dos siglos de esa visión, aun es imposible la unión y solo se está intentando una integración, porque la unión es imposible, ahora que incluso con los adelantes modernos de la ciencia y la tecnología de la época es mas fácil. Hagan ustedes una proyección desde esa época a la actual y se podrán imaginar como estaríamos nosotros actualmente si el sueño de Bolívar se hubiera materializado.

No es justo que se le tilde de traidor a un hombre que lucho y expuso su vida por la defensa de su pueblo; algún merito debe tener eso. Por favor señor presidente (la supuesta traición de Páez) esa es una interpretación de unos muy pocos historiadores nuestros, fanáticos de bolívar, no se deje llevar por los historiadores que se contentan solo con las fuentes oficiales, y prescinden del estudio pormenorizado de aquellos años, en que la mayor parte de la población de Venezuela vivía en los montes como las tribus aborígenes; en que los llaneros y no llaneros, realistas, retirados de Carabobo en número de más de cuatro mil y unidos a los patriotas que habían sido licenciados, andaban en caravanas robando y asesinando como en sus mejores tiempos; y los oficiales patriotas envalentonados con sus laureles, se creían dueños y señores de vidas y haciendas, al punto que Aramendi —por ejemplo— llegó a convertirse en un azote de las poblaciones del llano y hubieron al fin que cazarle como a un tigre; en que las sublevaciones de la gente de color se sucedían a diario en todo el país; y en Cumaná, Barcelona, Guayana, Barinas y aún en las cercanías del mismo Caracas, se repetía el grito pavoroso de 1814: ¡Viva el rey! ¡Mueran los blancos!.

¿Cuál era el papel que, en un medio social semejante, podían representar la Constitución del Rosario de Cúcuta y las leyes sancionadas por el Congreso?, además, los detalles, los hechos menudos, les petits faits, que tanto desdeñaban los historiadores retardados, constituyen la trama de multitud de sucesos, que hasta hoy no han podido explicársenos.

La miseria llegó a ser espantosa. Bolívar, que todo lo poetizaba, decía a Sucre desde Caracas el 10 de febrero de 1827: «Es verdad que hemos ahogado en su nacimiento la guerra civil; más la miseria nos espanta, pues no puede usted imaginarse la pobreza que aflige a este país. Caracas llena de gloria, perece por su misma gloria, y representa muy a lo vivo lo que se piensa de la Libertad, que se ve sentada sobre ruinas. Venezuela toda ofrece ese hermoso pero triste espectáculo. Cumaná está tranquila, pero como el resto de Venezuela, gime en la más espontánea miseria».

«El comercio estaba paralizado; los giros suspendidos; nada se compraba o se vendía por mayor; los detalles eran limitadísimos; las aduanas nada producían, porque eran muy raras las entradas de buques; nada se recaudaba por la contribución directa y los deudores se aprovechaban del desorden y alegaban las dificultades para vender los frutos así como su abatido precio» .

En 1828 el General Briceño Méndez, Intendente entonces del Departamento de Venezuela, dice: «El gran mal que tenemos aquí es la miseria. No puede describirse el estado del país. Nadie tiene nada y poco ha faltado para que el hambre se haya convertido en peste».

El Doctor Álamo, Jefe de la Alta Policía, escribía al Libertador por los mismos años: «Continúa cada vez más la miseria en Caracas, de un modo que no alcanza la ponderación; basta decirle que hasta sus amigos (los de Bolívar), los más previsivos, están sin medio; ningún fruto vale y a ningún precio se compra... nuestros artesanos, con sus discípulos y oficiales, se han abandonado al ocio y aún a las maldades, en términos que los presidios y las cárceles están llenos de hombres que hemos conocido en otro tiempo de una conducta regular y laboriosa. Esto da horror, mi General; de noche se encuentra por las calles porción de mujeres cambiando silletas, mesas, cajas y demás muebles por comida, y casi no se enciende lumbre en Caracas.

Desde Coro dijo el General Urdaneta: «Parece como si se quiere saquear la República para abandonarla después. Cada día me convenzo más por lo que veo y oigo en el país, que la hermosa organización de la República lo ha convertido en otra gran Sierra Morena. No hay más que bandoleros en ella.- ¡¡Esto es un horror!! y lo peor de todo es, que como un mártir, voy a batirme por la santidad de las leyes .

«Cada vez se va haciendo más profundo el abismo en que nos hallamos —decía Bolívar a Páez el 20 de marzo—. En Cumaná y Barcelona continúan las insurrecciones. Tres o cuatro cantones de aquellas Provincias se han puesto en armas contra sus jefes. El General Rojas (Andrés) me da parte de todo esto, aconsejando al mismo tiempo tome providencias muy enérgicas y muy resueltas».

El decreto de 8 de marzo de 1827 reglamentando la Hacienda Pública, dictado por el Libertador, castigaba con la pena de muerte a los defraudadores de las rentas del Estado: «por pequeña que fuese la cantidad sustraída». El Libertador, había creído también que el mal no estaba sino en la falta de cumplimiento de las leyes, o en su lenidad.

El peligro era inmenso, porque aquel pueblo no se asemejaba por ningún respecto a las indiadas sumisas de la Nueva Granada, del Ecuador, del Perú y de Bolivia. Nuestros mismos indígenas ya escasos para la época, conservaban las virtudes guerreras que hicieron de la conquista de la Tierra Firme la más sangrienta de la América.

Y a tiempo que su prestigio decaía y se iban haciendo por todas partes los elementos reaccionarios que debían producir la disolución de la Gran Colombia, al General José Antonio Páez, se le presentaba como el representante legítimo del pueblo de Venezuela, como el Jefe nato de las grandes mayorías populares -valiéndose de la jerga de nuestros jacobinos- como el representativo de su pueblo, como el genuino exponente del medio social profundamente transformado por la revolución y más aún por la fuerte preponderancia del llaneraje semibárbaro.

Desde su señorío de Apure le escribía al Libertador en 1827: «Aquí no se me ha dado a reconocer ni como Comandante General, y si se me obedece es más por costumbre y conformidad que porque yo esté facultado para mandar; es porque estos habitantes me consultan como protector de la República, pidiéndome curas y composiciones de Iglesias; como abogado, para que decida sus pleitos; como militar, para reclamar sus haberes, sueldos, despachos y grados; como Jefe, para que les administre justicia; como amigo, para que los socorra en sus necesidades, y hasta los esclavos a quienes se dio libertad en tiempos pasados y que algunos amos imprudentes reclaman, se quejan a mí, y sólo aguardan mi decisión para continuar en la esclavitud o llamarse libres» .

¿De cuál Constitución republicana y democrática podían emanar tan amplias atribuciones gubernativas?

Para 1826 el Libertador había ya representado su papel. El no era ni podía ser el hombre representativo en ninguna de las nacionalidades que después del triunfo de la Independencia comenzaban su trabajo de organización interna. Demasiado grande, su figura no cabía en los estrechos moldes de ninguna de aquellas democracias incipientes. Su grandeza misma lo hacía sospechoso para la democracia triunfante, de aspiraciones monárquicas; porque vivo aún el respeto supersticioso por la realeza se pensaba que sólo una corona podía ceñir aquella cabeza prodigiosa.

La lucha entre Bolívar y Páez, «el corifeo de la gente colorada» —como le llamó Peñalver—, habría desatado de nuevo sobre Venezuela la lucha de castas, la guerra de colores que no sólo estaba aún latente, sino que hacía explosiones parciales en todo el país. Las palabras del Libertador en aquellos días, y que tan profundo desagrado debían causar en el Vice-Presidente Santander, para quien las leyes fueron siempre el mejor auxilio de sus pasiones y de su descabellada rivalidad, tienen, examinadas desde el punto de vista venezolano, que era el único justo y verdadero, una inmensa significación: «El General Páez ha salvado la República». «El General Páez es el primer hombre de Venezuela».

Pero por fortuna para la Patria adolescente, el General Páez llegó a ser un verdadero Hombre de Estado. Concepto éste que considerarán extraño aquéllos que se figuran aún que la ciencia de gobernar se aprende en los libros y no se dan cuenta de las enseñanzas positivas de la Historia. Se nace hombre de gobierno, como se nace poeta.

Cuando se lee con criterio desprevenido la vida de Páez; se recuerda su origen humilde, su falta absoluta de instrucción, el género de guerra que le tocó hacer y en la cual se destaca más como un jefe de nómadas, como un conductor de caravanas , que como un Comandante militar en el rígido concepto del vocablo, su actuación en el gobierno regular del país en medio de aquel desorden orgánico, de aquella espantosa anarquía creada por la guerra y acentuada por el desbarajuste político y administrativo de la Gran Colombia, es digna de los mayores encomios, y parecería un hecho singular si la historia no presentara a cada paso ejemplos semejantes

El General José Antonio Páez, que apenas sabía leer en 1818, «y hasta que los ingleses llegaron a los llanos no conocía el uso del tenedor y del cuchillo, tan tosca y falta de cultura había sido su educación anterior» apenas comenzó a rozarse con los oficiales de la Legión Británica, imitó sus modales, costumbres y traje y en todo se conducía como ellos hasta donde se lo permitían los hábitos de su primera educación» . Y este rudo llanero, colocado a la cabeza del movimiento separatista de Venezuela, con los escasos elementos cultos que se habían salvado de la guerra y con los muy contados que volvían de la emigración, tuvo el talento, el patriotismo y la elevación de carácter suficiente, no para «someterse a la constitución» —como han dicho sus idólatras—, porque sus amplias facultades no emanaban de preceptos constitucionales, sino para proteger con su autoridad personal el establecimiento de un gobierno regular, que fue para aquella época el más ordenado, el más civilizador y el de mayor crédito que tuvo la América recién emancipada. e, instintivamente, dando así los más sólidos fundamentos a su preponderancia política.

Los tiempos pasan y ahora podrá comprender que la “Unión” de la Gran Colombia era una visión, un sueño por lo imposible que era materializar la unión en esa época.

Debido a tensiones regionales no alcanzó a durar la unión política de los territorios del antiguo Virreinato.

“Quieren mi patria para ellos. Nosotros para nosotros”.

José Antonio Páez quizás es, después de Bolívar, la figura más notable del proceso histórico de la Independencia. Contribuye a ello no sólo su participación en la contienda como el guerrero que pudo incorporar decisoria fuerza llanera a las filas patriotas sino también el hecho de convertirse, como primer Presidente de la República de Venezuela al suscitarse el desmembramiento de la Gran Colombia, en el dirigente político y el estadista civilista del nuevo Estado.

Esa asombrosa transformación de jefe militar a líder político y administrativo corre parejo en Páez en su evolución de hombre rudo y de poca instrucción a hombre culto y sensible, capaz de librar en la Presidencia las batallas civilistas de un experimentado conductor de una Nación en proceso formativo. He allí la dimensión existencial de Páez, dimensión difícilmente equiparable en el devenir histórico de América.

La figura de José Antonio Páez, que la nomenclatura epicificante de la historia oficial ha bautizado con la pintoresca frase cultural de León de Payara, suele ser vista a la luz de lo que, tanto para detractores como para apologistas, parece representar: el símbolo o la quintaesencia de lo llanero.

"El primer jinete de Sur América y el más perfecto llanero de la república" le llamó su hijo Ramón.

Entre 1810 y 1821 el llanero se convierte en héroe. Su valentía y decidido patriotismo lo convirtieron en el máximo representante de los llaneros, que le llamaban taita (‘padre’).

También se ganó el apodo de "El Centauro de los Llanos”. Era el caudillo de a caballo y lanza, el General que espantó en el Apure, y fue ascendido a General en Jefe en el campo de batalla "por su extraordinario valor y virtudes militares".

Depositada, pues, en el caudillo llanero, ahora líder nacional, toda la materia legendaria acumulada durante los años en que las hazañas eran, según se nos dice, acontecimientos casi de todos los días, parece lógico que el camino quedara despejado para que en la mentalidad popular las fronteras regionales llaneras se confundieran, merced a una prodigiosa expansión, con las del país naciente.

Cuando Páez asume oficialmente el poder; éste ya va a dejar de representar los intereses llaneros, es decir, se convierte en un caudillo nacional. Todo esto es comprensible, y Bolívar ya no estaba. Bolívar sabía y no lo ocultaba: "Todos sabemos que la reunión de la Nueva Granada y Venezuela existe ligada únicamente por mi autoridad, la cual debe faltar ahora o luego, cuando quiera la Providencia, o los hombres".

Páez fue militar y mandatario de talento, cuyos logros en su educación autodidacta en las artes y las ciencias también merecen admiración. Agustín Codazzi, el botánico y geógrafo italiano, le instruyó en la botánica y en las ciencias relacionadas. En el patio de su casa en Valencia, al lado de la tradicional mata de granado, se encuentra una rosa creada por Páez bajo la dirección de Codazzi llamada la Rosa Páez. Estudió idiomas, y con su amante, Barbarita, estudió música. Páez conoció a Barbarita Nieves después de la Batalla de Carabobo, cuando ella tenía dieciocho años. Pasaron juntos los siguientes 26 años y Páez estuvo a su lado cuando murió en Maracay a los 44 años.

José Antonio Páez es la figura de mayor relieve, caudillo popular y hombre imprescindible a partir de 1821. Pero hasta el 25 de noviembre de 1829 es un subalterno militar y político. Ese día deja de serlo, para gobernar a Venezuela, como Jefe Supremo.

Hacía contraste esta admirable conducta de nuestro rudo llanero, con la del ilustrado General Francisco de Pauta Santander, El Hombre de las Leyes, quien, para la misma época, ejercía la Presidencia de la Nueva Granada (hoy República de Colombia). Mientras que el primero interponía su poderosa influencia para contener los odios y atraer a sus antiguos adversarios, el General Santander arrastrado por sus pasiones políticas, perseguía y fusilaba sin piedad a sus enemigos. «No hubo perdón ni para las mujeres». A la antigua mujer mas querida de Bolívar, doña Manuelita Sáenz, sindicada de recibir en su casa a los conspiradores, la destierra para el Ecuador, vengando así antiguos rencores. Bien entendido que el gran talento de estadista del General Santander no produjo ningún beneficio de trascendencia al progreso moral y material de su país.

El General Páez dice de nuestros llaneros: « Distantes de las ciudades oían hablar de ellas como lugares de difícil acceso, pues estaban situadas más allá del horizonte que alcanzaban con su vista. Jamás llegaba a sus oídos el tañido de la campana que recuerda los deberes religiosos, y vivían y morían como hombres a quienes no cupo otro destino que luchar con los elementos y las fieras».

Es de admirar lo logrado por el “taita Páez”, que a pesar de su origen humilde, de escasa formación educativa y epiléptico (él lo llamaba, ataques de emoción) llegara donde llegó; además de guerrero y Presidente fue amante de la música (instrumentista, cantante, compositor) y del Teatro (en su casona valenciana interpretaron obras como Hamlet), hablar otras lenguas y desarrollar una cultura general propia de un hombre del siglo XIX, cuando muchos de sus compatriotas pensaban como ilustrados del siglo XVIII.

Este hombre será digno de admiración para todas las generaciones futuras de venezolanos, que lo ubican en su justa y objetiva manifestación de la historia chica y grande, sobre todo en el imaginario colectivo y en la sabiduría popular que lo ven como hombre, hijo del pueblo e inculto, en contraposición con aquellos que nacieron en cuna de oro.

Venezuela, país igualitario, grande y generoso, ama a sus hijos a pesar de sus errores que en definitiva pesan menos que sus virtudes.

El 18 de agosto de 1849 el ex-Presidente cae preso en Valencia, de donde le traslada el "monagato" gobernante, ▬la terrible dinastía de la familia Monagas▬ a La Guaira para enviarlo a la cárcel del Castillo de San Antonio, en Cumaná. No saldrá de ese encierro hasta el 24 de mayo de 1850, gracias a las diligencias que ante el Presidente José Tadeo Monagas hizo personalmente doña Dominga Ortiz, la olvidada esposa.

Tres exilios estaban en el destino político de Páez. El primero entre el 10 de marzo de 1848 y el 2 de julio de 1849, a Nueva Granada, San Thomas y Curazao; el segundo entre el 24 de mayo de 1850 y el 19 de diciembre de 1859, de nuevo por San Thomas y luego a Filadelfia, Nueva York, México, Europa; y el tercero y final desde 1863, inmediatamente después del triunfo de la Federación, ya sin regreso, fija residencia en Nueva York, pero viaja a la Argentina y Uruguay (1868), Bolivia (1870), Perú y Colombia (1872). Había ejercido el último poder como Dictador desde el 10 de septiembre de 1861 hasta el 15 de julio de 1863. Los huesos del ilustre desterrado no vendrán sino en 1888 y allí están, en el Panteón Nacional no en Achaguas ni en parte alguna de Los Llanos.

Tanto Argentina como el Perú le pasaron pensiones "en agradecimiento por los grandes servicios prestados a la causa de la Independencia de América Latina", que se sumaron a la remesa pagada por Venezuela.

Aunque no disponía de fondos abundantes, existen innumerables cartas de puño y letra del General, donde se aprecia su condición económica en los EEUU, la cual no fue muy buena durante el largo exilio que le correspondió vivir. Páez gozaba de grana estimación dondequiera que se encontraba. Encabezó el desfile del aniversario de la independencia norteamericana, el 4 de julio, con el general Grant como su edecán. El Rey Luís II de Baviera, quien conoció sus hazañas, le guió personalmente cuando visitó el Museo Real de Munich, y asistió al bautizo del hijo de Napoleón III y de la Emperatriz Eugenia, vestido con el uniforme de Mariscal de Francia encargado por el Emperador cuando supo que Páez no tenía nada apropiado que ponerse.

Pero el caudillo tiene larga vida. Morirá en Nueva York el 6 de mayo de 1873. Páez muere en Nueva York, abatido por la más extrema pobreza Y tiene, así, accidentadas peripecias. En las últimas páginas de sus Memorias él escribe: “Yo, José Antonio Páez, de los Libertadores de Venezuela, nacido en Curpa, Provincia de Barinas (...) Declaro, que hubiese preferido morir en un Campo de Batalla”.

Vivió José Antonio Páez más de la cuenta: héroe, caudillo, Presidente, Dictador, cárceles, exilios, glorias, triunfos y derrotas, pasión venezolana del siglo XIX y de este tiempo, porque aun sigue su nombre en la brasa histórica del pueblo.

Miranda, Bolívar y Páez desterrados los tres paladines de la historia solo volvieron a Venezuela después de muertos. Los tres venezolanos y fallecidos en diferentes circunstancias, Bolívar el 17 de diciembre de 1830, en Santa Marta, Colombia; Francisco de Miranda en la cárcel de la Carraca, en Cádiz, en 1816; Páez en Nueva York el 6 de mayo de 1873.

Antonio José de Sucre, asesinado en Berruecos, Nueva Granada (actual Colombia), el 4 de junio de 1830.

Todos (excepto Sucre) tuvieron rabo de paja, Bolívar mas que muchos otros. Pero si nosotros nos trasladamos al momento histórico que ellos vivieron nos daremos cuenta que todos tuvieron razón, sus actuaciones fueron apegadas al momento que vivían

Rafael Urdaneta también muere fuera de Venezuela; muere en París el 23 de agosto de 1845 cuando tenía 56 años de edad", un cálculo vesical, que hoy se conserva en el Museo Histórico R. Urdaneta, le causa la muerte

Los restos de Bolívar fueron inhumados solemnemente en la catedral de Santa Marta, y trasladados en 1842 a la catedral de Caracas, en un acto encabezado por el general Páez. Luego, en el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, fueron depositados en el Panteón Nacional.

En todo caso, fue José Antonio Páez quien ordenó traer los restos de Simón Bolívar decretando los honores correspondientes como Libertador y Padre de la Patria en 1842, depositándolos en la Catedral de Caracas y luego el 28 de octubre de 1876 fueron inhumados en el Panteón Nacional…

sábado, 15 de mayo de 2010

MANUELA SÁENZ


Manuela Sáenz de Thorne Quito, Ecuador; 27 de diciembre de 1797 - † Paita, Perú; 23 de noviembre de 1856.
Patriota ecuatoriana (Quito 1793 - Paita, Perú, 1859). Esposa del doctor J. Thorne (1817), se convirtió en la amante de Bolívar (1822), al que acompañó en todas sus campañas y al que, en una ocasión, salvó la vida (1828), lo que le valió el apelativo de ‘libertadora del libertador’. Su presencia al lado del Libertador, durante los años cruciales de la gesta emancipadora, marcaría indeleblemente numerosos acontecimientos en los albores de la vida republicana. Siguió el curso cronológico de los principales sucesos políticos y militares de los que fue testigo o protagonista: el encuentro de Bolívar y San Martín en Guayaquil, las batallas de Pichincha y Ayacucho, el conflicto entre el Libertador y Santander, la rebelión de Córdova, la disolución de la Gran Colombia, etc. A la muerte de Bolívar, en 1830, fue desterrada a Perú.
Amante de Simón Bolívar, fue reconocida por él mismo (25.9.1828) como "Libertadora del Libertador". Fueron sus padres Simón Sáenz Vergara, español, y María Joaquina Aizpuru, ecuatoriana. Su infancia transcurrió en Quito, donde rápidamente se hicieron sentir los ideales de los movimientos independentistas, organizándose grupos revolucionarios. En tal sentido, Manuela y su madre se identificaron con la gesta emancipadora; no así su padre quien permaneció fiel a la Corona española, por lo que fue hecho preso al estallar dicho movimiento, aunque posteriormente recuperó su libertad al ser sofocado en 1810. Debido a su apoyo al proceso de independencia americano, Manuelita fue internada en el convento de Santa Catalina donde aprendió a leer, escribir y rezar. Según una leyenda que circuló por mucho tiempo, siendo muy joven fue raptada del convento por un oficial de nombre Fausto D'Elhuyar; lo cual no obstante ha sido desmentido por la historiografía.
En 1817 contrajo matrimonio con Jaime Thorne, comerciante inglés, rico y mucho mayor que ella; trasladándose con él a vivir a Lima (Perú) entre 1819 y 1820. A pesar de ser éste un país donde el sentimiento independentista no se había manifestado, en poco tiempo el prestigio de Simón Bolívar y su triunfo en la liberación de la Nueva Granada (1819) le gana entusiasmados adeptos a su causa, entre ellos Manuela Sáenz, quien se convierte en miembro activo de la conspiración contra el virrey del Perú, José de la Serna e Hinojosa (1820); y que al declararse la independencia del Perú (1821) se confiesa admiradora de José de San Martín. Los servicios de Manuela a la causa de emancipación fueron reconocidos al otorgársele, en 1822, la condecoración llamada "Caballeresa del Sol", consistente en una banda blanca y encarnada con una pequeña borla de oro y una medalla cuya inscripción decía "Al patriotismo de las más sensibles".
Luego de separarse de su marido, en 1822 viaja a Quito acompañada de su padre para visitar a su madre; conociendo en este lugar a Bolívar, cuando éste hizo su entrada triunfal a dicha ciudad el 16 de junio de 1822. En Quito surge un estrecho vínculo afectivo entre Bolívar y Manuela, derivado de sus conversaciones y coincidencias acerca de la campaña libertadora. Ella no sólo concibe idealmente la independencia latinoamericana, sino que toma parte activa en la guerra: monta a caballo, maneja las armas, es capaz de sofocar un motín en la plaza de Quito. En 1823 Bolívar parte al Perú donde se le une semanas más tarde Manuelita, quien lo acompaña durante la campaña libertadora de dicha nación, permaneciendo en su cuartel general algunas veces, o en Lima y en Trujillo en otras ocasiones. De los momentos en que estuvieron alejados, se han conservado algunas de las cartas de amor que el Libertador le escribió expresándole cuanto la extrañaba, tal como la siguiente epístola del 20 de abril de 1825 en la que le dice: "Mi bella y buena Manuela: Cada momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y el honor. Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación por ti; por que te debes reconciliar con quien no amabas; y yo porque debo separarme de quien idolatro¡¡¡ Sí, te idolatro hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón divino, de ese corazón sin modelo".
Durante los primeros meses de 1825, hasta abril, y luego cuando Bolívar regresa del Alto Perú (Bolivia) a partir de febrero de 1826, reside con él en el palacio de la Magdalena, cerca de Lima. Cuando Bolívar sale del Perú en septiembre de 1826, Manuela permanece en Lima, donde persiste en la defensa del ideario bolivariano después de la reacción contra el Libertador en enero de 1827, por lo que es apresada por los adversarios de Bolívar y enviada al destierro (1827), dirigiéndose a Quito y luego a Bogotá, donde se establece en 1828. Al enterarse Bolívar de la situación de Manuelita, la llama a su lado y viven en la residencia que hoy es llamada Quinta de Bolívar. Para este tiempo se hacen manifiestas las intrigas contra la autoridad de Bolívar, que llevan a Pedro Carujo entre otros, el 25 de septiembre de 1828, a intentar asesinarlo, conspiración fallida gracias a la rapidez con que Manuela hizo huir a Bolívar por una ventana del Palacio de Gobierno; es a partir de este acontecimiento que se le llama Libertadora del Libertador, calificativo que le dio el propio Bolívar. En 1830, encontrándose en Guadas (Colombia) se entera de la muerte de Bolívar, por lo que se traslada de inmediato a Bogotá donde manifiesta públicamente de palabra y por la imprenta su adhesión a los ideales del Libertador. Perseguida por el gobierno que sucedió en abril de 1831 al general Rafael Urdaneta en Bogotá, finalmente es expulsada por considerársele conspiradora.
Encontrándose en Kingston (Jamaica), donde pasa un año, escribe al general Juan José Flores, entonces presidente del Ecuador, quien le envía un salvoconducto y así intenta regresar a su país; pero en Guaranda (Ecuador) en octubre de 1835, es informada que no puede entrar a Quito, pues sus credenciales no son válidas al perder Flores el poder. Asimismo, sus bienes fueron confiscados en Colombia. Ante estas circunstancias se instala en Paita, al norte del Perú, donde por necesidad económica abre un comercio relacionado con la producción de tabacos. En 1847 su marido es asesinado en Pativilca. Durante esta última etapa de su vida, fue visitada en el puerto de Paita por personajes tales como Herman Melville (autor de Moby Dick), Simón Rodríguez y Giuseppe Garibaldi (patriota italiano). En 1856, contrae difteria, enfermedad que acaba con su vida; su cadáver fue incinerado a fin de evitar contagio en la población, lo mismo que sus pertenencias, entre ellas gran parte de la correspondencia de Bolívar para ella, que guardaba celosamente. En agosto de 1988, fue localizado el lugar donde se encontraban los restos de Manuela Sáenz en el cementerio de aquella población. La identificación fue posible gracias a que se encontró la réplica de la cruz que siempre portaba la cual la identificaba como la compañera del Libertador.
Manuela Sáenz combatió en la Batalla de Pichincha a su regreso del Perú y recibió el grado de Teniente de Húsares del Ejército Libertador; posteriormente combatió en la Batalla de Ayacucho, bajo las órdenes del Mariscal Antonio José de Sucre, quien le sugirió a Bolívar su ascenso a Coronela, rango que le fue concedido. El 22 de mayo de 2007, en el marco de la conmemoración de la Batalla de Pichincha el Presidente de Ecuador Rafael Correa le concedió a Sáenz el grado de Generala de Honor de la República de Ecuador.